LOS ORIGENES DE LOS MOVIMIENTOS SOCIALES EN LATINOAMÉRICA: DE LA
INFLUENCIA ANARQUISTA A LA TERCERA INTERNACIONAL
Estos movimientos
anarquistas tuvieron su auge en toda la región entre 1917 y 1919, años en los
que se organizaron huelgas generales bastante significativas que abrieron un
proceso de sindicalización del movimiento obrero, como el caso de Perú en 1919,
Brasil en 1917, Argentina en 1918 y México en el mismo período. Se crea un
clima político generalizado favorable a la huelga general como forma de lucha
principal, a pesar de que en algunos casos éstas no tenían un objetivo claro o
buscaban una especie de disolución del Estado. En esta fase se consiguieron
avances importantes en las luchas sociales y sindicales, colocándose en el eje
de las luchas reivindicaciones específicas como la reducción de la jornada a
ocho horas por día así como mejoras salariales y de condiciones de trabajo y de
vida de los obreros. Es el caso de la huelga de 1919 en el Perú, que
al igual que otras experiencias en la región, fueron brutalmente reprimidas sin
poder acumular fuerzas, generando una autocrítica en gran parte del movimiento
anarquista que va a conducirlos al bolchevismo.
Los movimientos
huelguistas estuvieron también marcados por la influencia de la Revolución
Rusa, tanto la revolución bolchevique de 1917 como el proceso revolucionario general
y las huelgas generales que habían sido características en la revolución de
1905. La corriente bolchevique, llamada “maximalista”, estaba compuesta
principalmente por anarquistas que pensaron que el bolchevismo era una
manifestación del propio anarquismo. Esta visión, que consideraba el
bolchevismo como una forma de “maximalismo”, se mantuvo hasta 1919-1920, cuando
los bolcheviques rusos se confrontan con los Kronstadt que habían sido uno de
los brazos principales de la revolución de 1917 y que entran en choque con el
gobierno bolchevique, siendo reprimidos tenazmente. A partir de este
momento, parte de los anarquistas se alejan del bolchevismo y las corrientes
que se mantuvieron fieles al mismo formarán los partidos comunistas.
Este período va a
marcar la transición del anarquismo, con su versión maximalista que se destruye
junto con las huelgas generales brutalmente reprimidas, a los movimientos
comunistas latinoamericanos. Hasta los años veinte, a pesar de la importancia
que la Internacional Socialista tuvo en Europa, los partidos socialdemócratas
europeos no llegaron a tener una influencia significativa en América Latina,
excepto en Argentina que fue el único país que tuvo representación en la II
Internacional. A partir de los años 20 el movimiento obrero de la región se
incorpora al campo del marxismo, especialmente a su versión comandada por la
Internacional Comunista.
Es necesario
destacar también el papel específico de los movimientos campesinos, que
llegaron a tener un auge relativamente importante en América Central durante
los años de 1920-1930, cuando ya existía una explotación de campesinos asalariados
directamente subordinados a empresas norteamericanas que los organizan en las
actividades exportadoras. En esta región se formaron bases importantes de
lucha por la reforma agraria que debido a la fuerte presencia estadounidense se
mezclaron con las luchas nacionales contra la dominación
norteamericana. Este es el caso del Sandinismo, de las revoluciones de El
Salvador lideradas por Farabundo Martí, de las huelgas de masas cubanas y, en
parte, de la Columna Prestes en Brasil, que a pesar de tener una base
fundamentalmente pequeño burguesa, va a entrar en contacto con la población
campesina, desarrollando una cierta interacción de este movimiento de clase
media de origen militar con el campesinado. Sin embargo, no se puede
hablar de un movimiento campesino realmente significativo en este período en
Brasil.
El ala del movimiento obrero que luego formará los partidos comunistas
se aproxima a sectores de la clase media en torno a objetivos
democráticos, como es el caso de los “tenientes” en Brasil, que sería
un movimiento social de clase media militar, con objetivos de democracia
política. Otros movimientos de clase media, como el aprismo peruano, se
adhieren a una plataforma de tipo nacional democrática, levantando banderas
como la democracia política, el antiimperialismo, la defensa de las riquezas
nacionales, la reforma agraria, la industrialización asumida como una tarea del
Estado, etc.
La reforma universitaria fue otra bandera que la clase media levantó de manera muy orgánica durante los años 20 y condujo a un movimiento social propio, que exigía la participación de los estudiantes en la conducción de la universidad, la reforma curricular y la apertura hacia los procesos sociales y políticos que vivía América Latina. Tal vez uno los momentos más significativos de las luchas del movimiento estudiantil fue el de la reforma universitaria de 1918 en Córdoba (Argentina), que generó un gran impacto en el ambiente universitario y político latinoamericano. En México, la lucha a favor de la reforma universitaria asumirá banderas nacional-democráticas y étnicas que no fueron bien asimiladas por los partidos comunistas y por ciertos sectores de la izquierda, aunque finalmente el movimiento educacional mexicano va a tener su gran expresión en la “educación socialista” que tendrá su auge durante los años 30.
Hasta los años 30
se va a definir una plataforma de reivindicaciones de los movimientos sociales
de la región. En esta agenda se coloca el problema de la tierra, de ahí la
importancia de la Revolución Mexicana ; la cuestión minera, que representa
la cuestión nacional, sea de la propiedad de las minas o de una participación
de los Estados que abrigan los yacimientos en la renta de las minas ;
las cuestiones salariales que ya están articuladas con las otras
reivindicaciones, principalmente en las zonas mineras y en las zonas
proletarias urbanas, sobre todo cuando el movimiento obrero urbano se va
constituyendo más claramente en un movimiento asalariado.
El Movimiento Obrero
"Manifestación" Berni,1934 |
El movimiento obrero latinoamericano ha sido el otro sostén de las
fuerzas populares en el continente y encuentra su base material en la primera
ola de industrialización durante la primera década del siglo XX. Podemos decir
que se consolida como movimiento mucho más sólido en los años 20, desde el
marxismo leninismo, esto es, de la influencia bolchevique y de la revolución
rusa que se sobrepone a la segunda internacional y al anarquismo. Este aspecto
es muy importante para configurar las características principales del
movimiento obrero latinoamericano, sobre todo desde el punto de vista
ideológico.
Paralelamente a
este fenómeno, en algunas zonas mineras relativamente importantes se desarrolló
un proletariado asalariado que tenía reivindicaciones propias bastante más
colectivas y cuya formación tuvo menos influencia anarquista. Esto
explicaría el hecho de que en Chile existiese un Partido Demócrata con
base obrera minera muy significativa, antes del desplazamiento de estos
trabajadores hacia el Partido Comunista Chileno bajo el liderazgo de
Recavarren, lo que al mismo tiempo otorga a esta organización diferencias
respecto al resto de los comunistas latinoamericanos, en la medida en que no
nace de una base propiamente anarquista, sino de una concepción política más
cercana a la socialdemocracia. El Partido Demócrata Chileno no
era propiamente una organización socialdemócrata, sino que se
aproxima más al radicalismo de los partidos pequeño burgueses de tipo
liberal. En otros países de América Latina también se desarrolló una
presencia minera importante con un alto grado de sindicalización, como en el
caso de Perú, Colombia y Bolivia. En el último caso, el movimiento minero
boliviano sólo va a alcanzar su auge en la década de 1940-1950, llegando a
ser protagonista de la revolución boliviana.
Los movimientos de clase media y el movimiento estudiantil
La reforma universitaria fue otra bandera que la clase media levantó de manera muy orgánica durante los años 20 y condujo a un movimiento social propio, que exigía la participación de los estudiantes en la conducción de la universidad, la reforma curricular y la apertura hacia los procesos sociales y políticos que vivía América Latina. Tal vez uno los momentos más significativos de las luchas del movimiento estudiantil fue el de la reforma universitaria de 1918 en Córdoba (Argentina), que generó un gran impacto en el ambiente universitario y político latinoamericano. En México, la lucha a favor de la reforma universitaria asumirá banderas nacional-democráticas y étnicas que no fueron bien asimiladas por los partidos comunistas y por ciertos sectores de la izquierda, aunque finalmente el movimiento educacional mexicano va a tener su gran expresión en la “educación socialista” que tendrá su auge durante los años 30.
No se puede dejar
de considerar como parte de los movimientos sociales, los movimientos
culturales y artísticos que buscaban que el arte se aproximase más al
pueblo y fuese su expresión mayor. Surgen experiencias extremamente ricas en la
región como es el caso del muralismo mexicano, que formó parte del movimiento
de la Revolución Mexicana o procesos como la revolución modernista de
Brasil en 1922 y otros movimientos similares, principalmente durante los años
20. La creación de la revista Amauta (Lima 1926-1930), fundada por José
Carlos Mariátegui, abre un espacio de reflexión intelectual muy importante en
la región y muestra la fuerza y la profundidad de estos nuevos movimientos
artísticos y culturales que se afirman en una identidad propia al mismo tiempo
que se proyectan de manera universal a partir de una visión local,
poniendo en cuestionamiento las pretensiones universales de occidente.
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